sábado, 29 de marzo de 2008

On the air...

- La constante "intertextualidad" entre M: I-3 y Alias que te lleva a creer que en lugar de una película sobre el agente Ethan Hunt, estás viendo un capítulo extendido de Alias, pero sin los actores de Alias, excepción hecha del cameo de Greg Grunberg, la aparición de Keri Russell que recupera la voz de la dobladora de Felicity y con la introducción de un personaje, un técnico informático algo friki - ¿¡alguién pensó en Marshall Flinkman?!, pues sí, diste en el clavo, como Marshall, y para rizar el rizo, compartiendo el mismo doblador-.

- La rara sensación, motivada seguramente por los comentarios de otros blogueros, de que al empezar la tercera temporada de Lost, voy a encontrarme con una temporada (no emplearé el adjetivo "irregular" tan manido al referirse a ella") con un contenido insatisfactorio.


- Las risas que me eché durante la explicación por boca de Meredith del final de temporada de Grey's Anatomy debido a la huelga de guionistas: "... la huelga de guionistas nos ha impedido continuar..."


- El desaliento ante la lentitud de las descargas de Alias a partir del 3x10.


- Tras la desaparición de Lena Olin, el aparente estatismo del personaje de Sloane, las agotadoras barreras amorosas de Sydney Bristow y Michael Vaughn, el cambio de mi foco de atención, puesto en la actualidad en el corrupto Sacks y la doblez moral de Lindsay. ¡Si no fuera por Marshall y la propia Sidney, me pasaría al bando de los malos! ¡Si hasta papá Bristow ha perdido parte del brillo del principio -sus últimos mejores momentos están al lado de mamá Bristow-!


- La incomprensible cancelación de The return of Jezebel James. Gracias a la bloguera Elsah por su posicionamiento favorable de esta mañana, aunque haya ido en detrimiento de la clase de inglés.


- El deseo imposible de que Yekaterina Derevko, en compensación de la ausencia de Irina, obtenga una mayor protagonismo en Alias, aunque Imdb me informe de lo contrario.


- La tala de uñas ante la incertidumbre de la identidad del último cylon. El amor creciente hacia los personajes de Shanon y de Dualla (¿Por qué su marido es idiota? Mucho músculo, pero poco sentido común.


- La incomprensible cancelación de The Return... (Bueno, esto ya lo dije más arriba, pero: Why? Why?)

Atención al Demiurgo que mueve todos los hilos de ese mundo de traiciones, pactos y revelaciones que constituye Alias. Pues es, ni más ni menos que Arvin Sloane, quien tiene en sus manos hasta al propio J. J. Abrams, a quien mueve como una marioneta a su antojo.

sábado, 22 de marzo de 2008

The Return of Jezebel James: PASS, of course!


No creo que exista en este caso juez@ más sever@ e inflexible que un@ gilmorian@ y en estos mundos de la blogosfera éstos constituimos una legión. Sin embargo, el nuevo trabajo de los creadores de "Gilmore Girls" parece no haber encandilado al público, a pesar de que el peso del sello Palladino es tan fuerte que el producto no solo es óptimo, sino además atractivo. Me llama la atención que en varios blogs donde se han ocupado del estreno, éstos hayan acabado esgrimiendo los mismos argumentos en contra de la serie. Y me resulta chocante que -sobre todo en los casos de los blogs que ya han visto previamente "Gilmore Girls"- se sorprendan de esa supuesta falta de coherencia en el conflicto inicial de la protagonista, generador de la trama principal que va a vertebrar aparentemente esta serie: la conexión de dos hermanas poco unidas por la imposibilidad de gestar de una y la necesidad de la otra para ser el útero de alquiler. Digo esto porque como muchos recordaréis "Gilmore Girls" arrancaba con la independiente y rebelde Lorelai almorzándose su propio orgullo con una buena taza de café y golpeando en la puerta de sus ricos y estirados padres para pedirles el dinero que necesitaba para que Rory pudiera ingresar en el costoso Chilton (colegio que le abrirá las puertas de su apreciado Harvard). Como Sarah y Coco, Lorelai y Emily (y Richard) tienen una relación casi inexistente y parece tan poco probable que Lorelai acepte la ayuda de sus padres (cuando durante siete temporadas trata de rechazarla) como que Sarah recurra a sus hermana para ser la madre de su bebé. En esto, ambas situaciones son descaradamente iguales. ¿Por qué deja entonces de parecer incoherente que ambas recurran "a medidas desesperadas": la una a retomar una relación deteriorada con su madre, cuando sabe que esto va implicar ciertas concesiones; la otra a intimar con una hermana diametralmente opuesta a ella? Por qué si a Lorelai hay algo que la caracteriza (al margen de su amor por el café) es el amor por su hija, mientras que Sarah parece buscar la realización impecable de sus deseos (como demuestran sus continuas y divertidas alusiones a las volteretas laterales de animadora durante todo el piloto). Esto es algo innegable: Lorelai es capaz de cenar todos los viernes con su insufrible madre si eso significa que Rory disponga de la mejor educación universitaria. Por su parte, Sarah se ha propuesto ser madre y lejos de ser un verdadero sentimiento o ansia de maternidad, parece tratarse más bien de una meta que tiene que lograr, sea como sea. En este aspecto, Sarah me recuerda enormemente a Monica Geller. De hecho, parece tratarse de un híbrido de ésta y Lorelai. Por ello, y teniendo en cuenta los comentarios que se emiten acerca de la personalidad de Sarah -especialmente la tocante al uso de su lavabo-, lo más lógico es que acuda a su hermana, a quien ya conoce y a quien puede tratar de modelar.

Por otro lado, está ese segundo pilar en la crítica de esta serie, Parker Posey. De nuevo, coinciden algunos blogs en que la actriz sobreactua. Bueno, en este sentido, se me ocurren decenas de personajes de sitcom en la que los personajes se astillan en mil aspavientos y se desfiguran con cientos de mohines a cual más exagerado. Si esto se diese en "Lost", "Heroes" o "Alias" (que quien haya visto los bloopers de la Garner, sabrá que ella también sabe poner caras) parecería inapropiado con el tono de la serie, pero en "The Return of Jezebel" parece un requerimiento que Posey "sobreactúe" en constrate con el espíritu (simpáticamente) desfallecido de Coco. El torbellino de Posey bajando la escalera en su primera aparición combina necesariamente con irrupción tambaleante de Coco en la cafetería. De nuevo, me viene a la memoria los distintos andares de Lore y Rory (equipada de su mochila XXL que le obligaba a caminar a grandes zancadas y ligeramente inclinada hacia delante).
En cuanto a la duración, tengo que reconocer que a veces algunos capítulos de series de cuarenta minutos me han resultado insoportablemente excesivos. Por ello, aunque siempre estaré a favor de un capítulo largo, tengo que reconocer que la concisión de series como "Friends" o "Will & Grace" siempre me dejan el sabor de los placeres fugaces: el de una chocolatina a medianoche o el de una ducha en pleno agosto.

Una vez lanzada mi defensa, voy a enumerar aquello que me ha gustado de la serie: contar "nuevamente" con dos bellos rostros protagonistas; perderme "nuevamente" en los diálogos de una screwball comedy; toparme "nuevamente" con caras conocidas como las de Max Medina o Gypsi (embarazadísima, pero nuevamente -¡eso sí!- poseedora de un humor de perros); encontrarme "nuevamente" como telón de fondo con una casita acogedora que tiene una escalera que evoca aquella otra donde le gustaba atrincherarse Paul Anka; que "nuevamente" aparezcan estantes de libros (en "Gilmore Girls" debido a la afición por la lectura de Rory; aquí a causa de la profesión de Sarah como editora de libros infantiles); que "nuevamente" se haga alusión a Pippi Langstrum. ¡Así que si ya no eres un "virgen de Pippi" esta serie no puede más que gustarte!

sábado, 15 de marzo de 2008

A romantic movie (more)....

Como a Malcom y a Jane, a mí también me gustan las bodas. Si contara todas aquellas bodas a las que he asistido, probablemente llegaría a un número muy cercano al de la película 27 Dresses. Sin embargo, mi vinculación y participación en ellas es notablemente menor que la de la protagonista de esta película. Con la única excepción de la boda de Marta y Manel, en la que fui el padrino (para ello, tuve que asesinar a varios capos rivales de la mafia barcelonesa). En mis manos cayeron varias gratas responsabilidades como comprar los ramos de la novia y las damas de honor, organizar la incursión en la casa de los novios para realizar las bromas dentro de ella o preparar el montaje fotográfico acerca de su historia de amor (algo que hice conjuntamente con la bloguera Elsie) para proyectarlo en el salón tras el pastel. En el resto de bodas, me he limitado a ser el mero espectador (siempre sin acompañante) parapetado entre la tía Maggie y la tía Lucy, soportando a veces conversaciones carentes de todo interés, en las que más de una vez dejaba como constancia mi cuerpo, pero dejaba volar mi imaginación lejos de esos manteles blancos de puntilla, los arreglos florales de las mesas y la nutrida cubertería con sus diferentes copas de cristal y el reincidente bollito nupcial. Sin embargo, como los protagonistas de esta historia, yo también tengo mis momentos preferidos en una boda. Aunque coincido con el que mencionan en la película (y que no desvelaré aquí), otros son los momentos previos a la salida de la novia del hogar paterno (sobre todo si lo hace arropada por toda la familia y bajo un arco de flores) y el más preferido de todos: al finalizar el banquete, el momento en que se pasean entre las mesas al ritmo de alguna canción significativo ramo o cualquier regalo u objeto simbólico en ristre para, una vez detenida la melodía, entregárselo a alguien (normalmente a alguna amiga o pareja casadera o algún familiar o amigo que cumple años ese día).

A pesar de cumplir a raja tabla cada uno de los clichés rosas del género, esta película de los creadores de Devil Wears Prada (otra película ambientada en Nueva York que me encanta –lo reconozco, siento debilidad por las historias de amor neoyorquinas, con bellas protagonistas sacudidas por la violenta marea urbana y paseando modelitos de haute couture, paseando por Central Park o por alguna avenida con la archivista bandejita con vasos de café o montando números musicales al más puro estilo My Best Friend’s Wedding-) es divertida en dosis regulares aunque sin arrebatos de genialidad. El que hayan fichado a Katherine Heigl le suma atractivo a una película que no tiene mayores pretensiones que el de hacer pasa el rato entre motivos nupciales y bellos rostros. ¡Y lo consigue! Podría enumerar varios momentos divertidos y voy a hacerlo: el del desfile de fotos de Heigl con los diferentes vestidos de dama de honor y los breves flash-backs, el momento Bar Coyote con el tema "Benny and the Jets" de Elton John, la frase al taxista ("Son 140 dólares y Ud. sabe por qué) o tras el gong ("Ahí fuera no hay ningún cartel que diga silencio").
psd para los greynianos: Desconcierta algo que Heigl repita con la voz de Izzie y Marsden posea la del doctor Sheperd.


jueves, 13 de marzo de 2008

6,25 €

Ésta es la cantidad que debería devolverme el Estado HOY MISMO. Esto es lo que cuesta el trayecto en taxi desde mi casa hasta Plaza Universidad, el centro de Barcelona. El dinero que he soltado en la carrera en taxi a través de la Gran Vía porque hoy, NUEVAMENTE, los autobuseros han convocado huelga y como en mi barrio todavía no ha llegado ese símbolo de modernidad y progreso que es EL METRO desde los años veinte del siglo pasado, me he visto obligado tras más de media hora de estoica espera a coger un taxi y llegar a tiempo para hacer un examen de la Universidad. Ésta es la tercera vez en lo que llevamos de año -las otras dos veces, la huelga duró toda una semana-. Me pregunto por qué razón debería apoyar una huelga que sólo hace que causar molestias y producir nuevos gastos a los usuarios, ciudadanos de a pie, mientras los empresarios de TMB (o quienes sean que debieran darse por aludidos con esta huelga) siguen moviéndose con su cochazos (con chófer incluido, ¿por qué, no?) impunemente por Barcelona al margen de los desbarajustes que esta situación está provocando. Así que si esta mañana quería llegar a tiempo al examen tenía varias opciones:

- Sufrir una mutación genética causada por algún accidente nuclear o cósmico que me dotara de superpoderes para sobrevolar heroicamente la Ciutat Comtal hasta el viejo edificio académico.

- Levantar el bajo del pantalón hasta la altura de la rodilla y mostrar mis endurecidos gastrocnémios con la esperanza de que alguna conductora o conductor gay sediento de sexo (rápido, es decir, lo que durase el trayecto) se detuvierse y me acercase al centro.

- Acordarme de los hijos de p... que me robaron hace un par de meses la moto y con que la fuerza mental y mi voluntad combinadas corporizase otra moto que me llevara hasta la facultad.

- Coger una de las bicis del programa Bycing o como diantres se llame. ¡No, esta opción no es válida, todavía no han traído bicis a mi barrio, sólo tenemos la barra vacía de Bycing, inútil, muerta de risa, pegada a un muro lleno de graffitis en el culo del mundo.


Sin embargo, la única salida realista ha sido llamar a un taxi y pagar la carrera con todo el dolor de mi alma de estudiante con un poder adquisitivo bien ajustado. Y, de nuevo, me pregunto, ¿por qué debería apogar esta causa? Reconozco que todos los ciudadanos tenemos derecho a huelga, pero no debería ser esta una huelga eficiente, inteligente y bien organizada. ¿Están consiguiendo resultados con ello? Por las reiteradas huelgas, creo que la respuesta está clara: ¡NO! El único perjudicado, repito, es el usuario. El estudiante y el trabajador. ¿Servicios mínimos por tratarse de un barrio sin otro transporte público que no sea el autobús? Bueno, cabe añadir que eran tan mínimos que resultaban inexistentes. Para regresar, he decidido acortar parte del camino hasta casa haciendo un trayecto en metro y coger el autobús en Plaza España. Sin embargo, en la parada habían al menos treinta personas tratando de subir a un autobús en el que no cabía ni un alfiler, ni en su cabeza ni en su cola, pues la gente se agolpaba contra los cristales. Pero, claro, esto solo ocurre en ciertos barrios. En estos momentos, llego a pensar que Francesc Candel, nuestro escritor, aquel que publicó decenas de novelas y ensayos a favor del cambio social, denunciado el estado mísero de ciertos barrios, de ciertos núcleos urbanos periféricos, del lugar de hacinamiento del emigrante y del obrero, vivió para una causa que todavía hoy, en pleno siglo XXI, sigue estando vigentísima. Estoy muy indignado. Mientras Ana Rosa Quintana apela a Rodríguez Zapatero para que tome cartas en el asunto del irrisorio vestido de novia de Belén Esteban, muchos cientos de habitantes barceloneses tenemos que sufrir unas infraestructuras deficientes solo encaminadas al enriquecimiento de un sector de la ciudad, pero que no garantiza cada uno de nuestros derechos. Tenemos que aceptar estas huelgas, pero también a los carteristas que en la Plaza España intentan robarnos al subir al autobús ante la aparente pasividad de las autoridades pertinentes y del autobusero que ni se molesta en alertar (llevo dos semanas observando tentativas de hurtos, todos frustrados, uno de ellos por mí).


Estoy tan indignado que hoy me había dispuesto a no pagar, pero como al final he optado por coger el metro y recorrer la Gran Vía a pie para llegar casa ante la incertidumbre del servicio de autobuses, no he podido llevarlo a cabo. Una manera eficiente de hacer una huelga, sería que los mismos autobuseros instasen a la gente a no pagar durante unos días o incluso varias semanas. La pérdida de dinero de TMB prolongada quizás los haría reaccionar. El usuario se podría sumar a la huelga, ya que el servicio es tan insatisfactorio que encontraría mil motivos que justificasen la movilización (empezando por el encarecimiento anual de los billetes, pronto llegaremos a niveles londinenses). Pero, el autobusero -y siento caer en generalizaciones, pero obvio el empleo del "algunos autobuseros"- es tan egoísta que le trae sin cuidado. Y, aquí, informo del intento por parte de los conductores de autobús de aprovecharse de la huelga de estudiantes universitarios contra el Plan Boloña, coincidente en fecha y espacio, para aparentar una mayor número en su causa. Lamentablemente, ese día tenía una exposición y no pude asistir, pero me relataron los hechos y de ser así, me parece un gesto tan indigno que me provoca náuseas. Acabo aquí esta entrada de estilo panfletario y si has llegado hasta aquí con la lectura y no la has abandonado por el camino, te aliento a que recapacites en ello.

martes, 11 de marzo de 2008

Las Súperamigas contra el profesor Vinilo

Para aquellos amantes de lo retro, de las canciones de "La casa azul", de las artes marciales combinadas con música de los sixties, de las heroinas vestidas de colegialas, de los malos guapos, de los guiños musicales (horteras)... En fin, si en ti se reúne alguna de estas joyas, este corto de Domingo González, con Momoyo Miya, Lluvia Rojo y Bárbara Goenaga como unas especie de Powerpuff Girls y el actor y guionista Antonio Zancada, como el DJ más malooo, te va a encantar:

1ª parte:



2ª parte:

sábado, 8 de marzo de 2008

Sister, sister

Ésta es una de aquellas entradas que emulan (del verbo "emular", no de "emule") esa sección de "Parecidos razonables" de la revista Fotogramas y que tan bien funcionan como último recurso cuando te ves apremiado por el tiempo y tu espacio en el blog empieza a recubrirse de una fina película del polvo del olvido. El primer sujeto a comparar: Brigitte Bardot, ese mito erótico francés de los años sesenta, quien también se acogió al síndrome Greta Garbo a los cuarenta años de edad. Quizá no conozcáis su faceta musical, por ello, y para que me apreciéis y juzguéis por vosotros mismos su parecido razonable con una presentadora y cómica española, os cuelgo el siguiente vídeo:



Pinchen para ver a la vallisoletana pizpireta: