sábado, 27 de diciembre de 2008

Daniel Craig is BOND.. Fuck'u!


(Advierto que ninguna de las críticas leídas pertenece a bloggers lectores de este blog. De modo que si alguien se siente aludido, le pido disculpas por adelantado y le pido también que perdone las licencias que me tome motivado por mi tono fervoroso.)
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¡Que abunden malas críticas de Quantum of solace en webs y blogs no me inquietaría tanto si no fuera porque en ellas se repiten no solo las ideas que argumentan su discurso y posicionamiento, sino también las mismas frases, las mismas fórmulas retóricas y las mismas comparaciones en sus críticas! Y, entonces, me pregunto alertado: ¿se debe al simple plagio entre blogguers demasiado holgazanes o al miedo a desmarcarse de la gran masa crítica (de las vacas sagradas de internet) y la consecuente necesidad de adoptar su misma opinión como si fuera propia para sentirse uno más? ¿Cuántas veces es necesario que se reiteren las influencias de la saga Bourne en el nuevo Bond? ¿O que los puristas bondinianos lamenten la ausencia de gadgets como si fuera el fin del mundo? ¿O que repitan palabra por palabra lo que se puede leer en (por poner el caso) Cinemanía acerca de lo rápido que están rodadas las escenas de acción? ¿O que se comente hasta la extenuación la gran cantidad de escenas de acción que tiene Quantum of solace respecto a Casino Royale (también podéis rastrear esto mismo en revistas especializadas)? Es como si en su momento, hubiese aparecido algún listillo cinéfilo sorprendiéndose de que la segunda parte de El señor de los anillos contuviera mucho más escenas bélicas que la primera... Por poner un símil... ¿Qué primera parte -y Casino Royale debe considerarse desde el plano narrativo una primera parte- no invierte más tiempo en presentar a los personajes que en ocuparse de sus aventuras? De acuerdo. Casino Royale no mostraba ningún Hobitton ni nada por el estilo y tampoco cuenta con una galería tan amplia de personajes, pero debía poner en solfa y fijar algunas relaciones fundamentales en la saga, como la de M con Bond. Debía mostrar porque -tal y como cantaba Chris Cornwell en el fantástico opening de Casino Royale- "corre la sangre más fría por mis venas".


Resulta igualmente divertido comprobar cuán frágil es el castillo de naipes que constituye toda su crítica de Quantum of Solace. Que esta película es una obra menor respecto a su predecesora es algo que cabía esperar. Pero esto no se debe a ninguna de las razones que puedan objetar con tanta despreocupación. Hay algún avispado que escribe sobre la publicidad encubierta de Quantum of solace (Sony, Coca-Cola, Heineken, Ford...) y con ello pretende revalorizar a Pierce Brosnan como agente modélico. Con ello, también etiqueta a aquellos que nos gusta la saga Bond desde la irrupción de Craig como a una generación consumista que prefiere que se lo de todo hecho (en un sentido estrictamente cinéfilo). Sin embargo, no estaría de más que repasaran otros títulos pre-Craig para darse cuenta de que el product emplacement no es resultado de la nueva reformulación del mito Bond. Die Another Day de Pierce Brosnan era llamada con sorna Buy Another Day por su gran cantidad de anuncios encubiertos. Otro blanco de las críticas ha sido la elección del tema principal. Parece ser que Alicia Keys no es del gusto de muchos y que la elección de ésta y del tema musical, en contraste, eleva el valor de la interpretada por Chris Cornwell, como si no lo hiciera ésta por sí misma. Sienten también no reconocer al Bond de antaño en ninguna de sus one liners, ni en enemigos de barroqueizantes nombres, ni tan siquiera en lubricantes escenas de sexo. Están tan preocupados en aquello que falta que son incapaces de ver aquello que sí contiene. ¡Hasta se quejan de que no les pongan en precedentes lo suficiente! Y yo les lanzo la siguiente sugerencia: ¿Y si se molestan en ver o refrescarse la memoria viendo de nuevo Casino Royale? Parece ser que los minutos en los que René Mathis o la propia M sacan a relucir lo ocurrido con Vesper para tratar de disuadir a Bond de que abandone esta ciega venganza o la foto de Vesper que aparece en varias ocasiones antes de redención final no es suficiente. Quizá esperaban que al principio de Quantum of Solace se hiciera un repaso al modo de Lost, por ejemplo, de lo ocurrido con anterioridad. Y, por si fuera poca la desvergüenza, llego a leer incluso que una auténtica chica Bond no debería tener jamás la espalda quemada como ocurre con Camille (Olga Kurylenko). ¿De verdad queremos una película de Bond tan machista?


Es verdad que a la película le falta algo de la elegancia y el agudo humor de la primera, pero después de perder a la fabulosa Vesper, ¿quién puede esperar que vista impecablemente bien y que nos deleite con sus one liners olvidándose por completo del ángel que dejó hundiéndose en los canales venecianos? El personaje reacciona tal y como se espera que lo haga alguien de su carácter en su lugar. El Bond cerúleo de otros títulos mitólogicos de la saga, en los que pierde a la mujer, cuando ésta todavía está haciendo la digestión del pastel nupcial, y parece no importarle a nadie, empezado por el propio Bond, ya no tiene lugar en la nueva orientación que tomo la saga hace tres años atrás. Personalmente, y tomando a las chicas Bond, como representantes de las distintas etapas de la saga, ante la ausencia de nuevas Ursulas Andrews, prefiero a una inolvidable Eva Green como Vesper que a una simplona Denise Richards como cebebrito... eso sí que es imaginativo y no el carácter visual de las escenas de acción de esta entrega. El ritmo de las escenas de acción, los desenfoques, la sucesión adrenalítica de imágenes no hacen más que incidir en ese ciego movimiento de un James Bond en busca de venganza. Para aquellos que desconfíamos de aquellas personas perfectas en todos sus sentidos, es un gustazo que Bond, ni que sea por una vez, se rebaje al nivel de un Charles Bronson. Quizá así entendamos mejor al Bond sin mácula en el traje y entregado completamente a los placeres de la líbido.


martes, 9 de diciembre de 2008

Frenzied Fringe


Alguien le debía una favor a Joshua Jackson, quien ha pasado de ser el tonto del pueblo a un joven con un coeficiente de 190, 50 puntos por encima de lo que se considera "superdotado". De hecho, es su nuevo personaje y el padre de éste lo mejorcito de esta galería de personajes con enigmático pasado e incierto futuro. La relación entre el Doctor Bishop (ese híbrido entre Einstein y Frankestein, de tan larga tradición en el cine y la televisión) y su hijo Peter (podría llamarse perfectamente Will Hunting) produce los momentos más distendidos de lo que promete ser un trama bastante intrincada. Y se agradecen, al menos hasta el momento que finalice la otra serie de J. J. Abrams y podamos liberar nuestro disco mental de experimentos y conspiraciones de magnates. Incluso quizá entonces podamos reutilizar las carpetas " Widmore Corporation" y "Dharma Iniciative" por "Massive Dynamic" y "Fringe Science", respectivamente, sin necesidad de crear unas nuevas. Por su parte, la agente Olivia Dunham, ligada a la investigación por un dramático episodio amoroso donde los temas estrellas son "traición" y "pérdida" (¿alguién dijo Sidney Bristow?), tiene cierto encanto heredado de su parecido con esa dama de la interpretación llamada Cate Blanchett. Por el momento, ofrece una actuación solvente a la altura de su oponente fémina, la todopoderosa y misteriosa Nina Sharp.
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Estas continuas referencias a sus obras anteriores y el bueno manejo de los elementos propiamente abramianos (la reiteración de ciertos temas o la abundancia de subtramas), supone la madurez alcanzada con Lost y el afianzamiento de un sello renoconible por el público. La constante renovación de J. J. Abrams forma parte de su misma marca. Por ello, Fringe resulta tan familiar y soprendente a la vez.
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