domingo, 5 de septiembre de 2010

Haven: Cirque du Freak



La lectura de las novelas y relatos de Stephen King han copado muchas de las noches estivales de sus fans, por ello que una serie como Haven de la cadena SyFy, inspirada en el relato The Colorado Kid, resulte un arreglo si no perfecto, al menos si bien acogido, para aquellos que pasan sus largas noches toledanas a causa del calor, los mosquitos o un aburrimiento mortal, especialmente ahora que el verano da sus últimos coletazos y la euforia de las primeras semanas estivales parece dar de bruces contra la realidad de la vuelta a la normalidad. Y normalidad es lo que también parece faltarle al pueblo de Haven, un recóndito lugar anclado en alguna costa de Maine (¡cómo no!), con su desfile de lugareños enigmáticos e inquietantes, todo muy al estilo king. Un agente del FBI, Audrey Parker, huérfana, lectora de literatura vamp y comprometida con su trabajo, es enviada a Haven para investigar un caso rutinario. Pronto, descubrirá que los habitantes de Haven esconden secretos y habilidades que se escapan a la razón.


En el piloto podemos rastrear muchos de los elementos típicos de la obra de King: la niebla, lugareños excéntricos y misteriosos, canciones de la música popular ("Love Wil Keep Us Together", que se repite en varias ocasiones, perfectamente ensamblada), el Estado de Maine, lo sobrenatural... ¡Y hasta dicen que a Stephen King le ha gustado el resultado! Cierto es que a pesar de lo anodino del primer caso, Haven cuenta con poderosas razones para enganchar al personal. La primera de todas ella es Emily Rose, su protagonista, quien, ya solo por compartir nombre con la Emily Rose de la cinta de terror de Scott Derrickson, parece ser la candidata idónea para levantar las alfombras de los vecinos de Haven y ver qué esconden. El triángulo amoroso que forma con Nathan Wournos (Lucas Bryant) y Duke Crocker (Eric Balfour) puede resultar muy jugoso si los dos actores logran superar su extremada sosez y su excesiva simpatía, respectivamente. Existen esperanzas depositadas en el primero, si los guionistas y él mismo consiguen reproducir escenas como las del accidente de coche, el rescate de la Rose por Bryant y la tensa y magnética situación que se desarrolla a continuación y que más tarde solo echamos en falta. Con un auténtico tour de force en la trama personal de estos tres, es decir, el aprovechamiento del vacío en el pasado del personaje de Audrey y su posible vinculación al caso sin cerrar del Colorado Kid o un desarrollo interesante de la insensibilidad congénita al dolor que sufre Nathan, es posible que estemos ante un producto más que decente. Solo es necesario que el trío protagonista responda positivamente al acierto de un escenario dramáticamente sugestivo y el atisbo de un secundarios bastante prometedores. Esto, y unos casos de la misma espectacularidad visual que su piloto y puede que verdaderamente Stephen King acabe satisfecho con la versión televisiva de The Colorado Kid.
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lunes, 24 de mayo de 2010

Live together, die together.



Retomo este blog, sin saber por cuánto tiempo durará esta vez mi incursión, en medio de un vendaval de exámenes y trabajos finales para dedicarle un post a la que es presumiblemente la mejor serie de la década o incluso, quizá, la de la historia de la televisión, a tenor de su peso como revulsivo de Intenet y la dimensión estratosférica del fenómeno fan. No todo en la isla ha sido, no obstante, perfecto ni ha estado a la altura, y ésta es una obviedad que debe aceptarse como resultado natural de un producto desarrollado y macerado durante tan largo tiempo. Las incoherencias del guión, las deliberadas ambigüedades de esta última temporada, los flecos narrativos demasiado accesorios o un trasfondo mitológico hipertrofiado que ha dado bandazos en ocasiones no debería enturbiarnos la vista y transformarnos en un jurado severo e inflexible. No es todo esto, lo pretendidamente grande, lo que enaltece a Perdidos, sino sus aciertos más micros lo que la acercan a la excelsitud. Esto es el mimo constante a la evolución de los personajes; imágenes fugaces o escenas que quedarán grabadas en nuestra retina por mucho tiempo; o la profusión de lugares comunes en forma de referencias literarias o cinematográficas, símbolos autoreferenciales que se convierten en cálidos guiños. También hay otros grandes aciertos como unas localizaciones estupendamente fotografiadas, el brillante uso de flashbacks (y más tarde flashforwards y flashsideways) o una música y sonido cuidados al detalle.


El Finale, con todas sus veleidades e inconsistencias -y aquí empiezan los spoilers- ha sido un buen modo de cerrar la escotilla: que sus creadores hayan decidido dar el carpetazo definitivo a Perdidos nos apena sobremanera. Los sobrevivientes del vuelo Oceanic 815, destino Los Ángeles, cuyas vidas estaban marcadas por la soledad y la desdicha, ha encontrado finalmente un sentido que encauzase sus pasos. Los infelices pasajeros enmiendan su vida al dotarla de significado, tal y como atestiguan las reitaradas anagnórisis que se van produciendo en la otra realidad entre los personajes que contribuyeron en su búsqueda de la felicidad en la isla: por poner algún ejemplo, el encadenamiento de sucesos fatales en la isla y fuera de ella lleva a Kate a enamorarse de un buen hombre (Jack) y a vivir la gratificante experiencia de ser madre con Aaron (aunque sea temporalmente). De esta manera, las viejas heridas del pasado, sobre su violento padrastro y su poco amorosa madre, cicatrizarán, respectivamente, en esa isla que necesita tanto de ellos, como ellos de ese enigmático rincón del mundo. Otro tanto se podría decir del torturado Jack que se conciliará con su padre o el invisible de Hurley que conseguirá el valor suficiente para convertirse en alguien.


Todas las dudas sin resolver dentro de la mitología lostiana dejan de tener importancia y ocupan el lugar de segundón que le corresponden: ésta es una serie de personajes, no de grandes tramas o teorías filosóficas o místicas, aunque a menudo se sirva de ellos. Y, sin embargo, me apetece explorar, ni que sea brevemente, la última revelación del capítulo: la verdadera naturaleza de esa otra realidad, que no alternativa o paralela, como barruntábamos. Esa morada de almas (Jack, Locke, Kate, Sayid, Sun, Jin, Charlie, Claire, Juliet...) y ángeles (¿Hugo, Ben?), a modo de purgatorio, donde para poder acceder a la felicidad plena debes invertir parte de la premisa lostiana "Vivir juntos, morir solos". La idea de que en un espacio atemporal, Jack, como ya lo hicieron otros antes y después que él, sea arropado en el momento de su muerte y la transición a otra vida por los que compartieron la parte más importante de su vida, es, como mínimo, consoladora a efectos existenciales. Que su muerte en la isla, mientras observa como su vida se ha dotado de sentido, al contener la maldad (misión macro) y conseguir que su hermana se reuna con su sobrino (misión micro), esté velada, además, por Vicent, el perro de Walt, es un golpe certero para el conducto lagrimal del personal. Tener la certeza de que al final del camino te están esperando caras amables y familiares es el obsequio que Perdidos nos ha ofrecido como despedida.
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domingo, 14 de febrero de 2010

The Walkers: We Are Family (maybe ones more than others)



Los Walker predican el viejo dicho de "donde comen dos comen tres". La familia va sumando nuevos miembros (Rebecca, Scotty, Robert, Ryan, dos nietos) a los miembros nucleares (Nora, Kitty, Kevin, Justin o el tío Saul). Y algunos de estos miembros nucleares, en especial Tommy (aunque también Sarah en menor medida), pueden abandonar el hogar de los Walker por varios capítulos, sin que notemos excesivamente su ausencia. Coincidiendo con mis Walker favoritos, Nora, Kitty y Kevin se erigen de este modo como la tríada familiar que protagoniza la mayoría de los mejores momentos. Su importancia se refleja también en lo enjundioso de sus tramas. Éstas ensombrecen las historias de los demás miembros que, lejos de dar como resultado un guión desigual, se convierte en una fabulosa dramedia donde unos desempeñan sus roles de actores principales, mientras que los otros funcionan como perfecta comparsa.


Es poco probable que a estas alturas del partido haya algún seguidor de la serie que no haya llegado a esta conclusión: la enfermedad de Kitty y su salto a la primera línea política o las tentativas de Kevin y Scotty para tener un hijo, así como los trances del primero como mano de derecha del senador McCallister, no pueden ser comparados con los idilios de Sarah o la intermitente historia de Tommy y Julia. Como tampoco pueden ser comparados los problemas de Holly en Ojai con los dimes y diretes de su hija y Justin (¡que lo fichen en Grey's Anatomy y vuelva Tommy...!). Una cosa queda clara: como en todas las familias, los padres-guionistas de Brothers & Sisters también tienen sus propios ojitos derechos.
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