(Antes de nada quiero comentaros que éste es un post largamente gestado, ya que por motivos académicos, no pude escribir el post en su día, esto es hace unos diez días. Como ya os comenté, quería dedicarles a Lorelai y Rory el tiempo que se merecían. Así es que hoy, después de mi último examen y ya con el resto de trabajos hechos y encuardenados, me pongo manos a la obra con ello. Intentaré no espoilear la serie y no explicar nada referente a cómo acaban los temas amorosos para nuestras chicas, aunque hablaré de aquello obvio que no supone en sí un spoiler.)(Aprovecho también para haceros partícipes de dos curiosidades que he descubierto mientras hacía este post en medio de la melancolía más desoladora:1. En la foto donde las Gilmore visten de Kimono con su casa transformada en Asia, aparece un póster de Sandra Oh. Me he fijado al buscar fotos para colgar en el post y toparme con ésta -si clicáis encima de la foto, os linkeo una foto donde sale íntegramente el affiche-. Los Greynians ya me confirmaréis si es ella, aunque creo que sí porque tengo entendido que Lauren y Sandra guardan algún tipo de relación.2. Según el Google Earth, hay alrededor de una hora entre Yale y la casa de los abuelos de Lore, mientras que unos 45 minutos entre la universidad y el lugar donde se supone que se encuenta Stars Hollow y que viene marcado en el mapa del programa.)(El vídeo tributo no os lo perdáis. Dí con él gracias al bloguero Luih.)Como ya venía anunciando desde hacía unos meses, me he estado dosificando la última temporada de modo que viera el último capítulo (el número 154) haciendo coincidir esta fecha con ese otro día en que las ví por primera vez: hace un año ya de todo esto, el 6 de enero del 2007. Hace pues exactamente un año, en una de mis habituales visitas a la sección de películas del centro comercial, me sorprendí de mí mismo al no poderme sustraer de la mirada de dos actrices que aparecían beatíficamente retratadas en la caja de un pack de dvds. Sus ojos de un azul cerúleo me cautivaron de tal forma que creo que expresé en voz alta mi deseo de ver esa serie de la que hasta ese momento desconocía hasta su existencia y mi madre, que no debía rondar muy lejos de allí, me dijo inmediatamente que si lo deseaba, ése podía ser mi regalo del Día de Reyes. En ese primer momento, me llamó la atención sobre todo la muchacha del encendido jersey naranja y belleza clásica y grácil a lo Audrey Hepburn. No sabía entonces cómo iba a transformarme esa otra mujer que aparecía a su lado y que llevaba una chaqueta tejana abierta con un escote bajo y que en el reverso de la caja me amistaba ataviada con un pañuelo en la cabeza, salpicaduras de pintura en su rostro dominado por una gran sonrisa y desde el que vertía una mirada inteligentemente humorística. Ya estaba totalmente subyugado a las Gilmore y eso que todavía no las había oído hablar. En ese momento, debían sobrevolar varias docenas de alados Cupidos el techado de El Corte Inglés, porque aquello era amor (platónico, entiéndase) a primera vista y mi cuerpo todavía herido por las certeras flechas de los semidioses, se apropió de la primera temporada aceptando instintivamente la oferta de mi madre sin mayor dilación y dirigiéndose tambaleante al mostrador. Así, de esta forma, llegaron las Gilmore a mi casa y a mi vida y también a la de la pequeña Paulette. Por aquella época Paulette dormía en casa, así que las cuatro primeras temporadas las vimos juntos -si hay un solo placer mayor que el de ver esta serie es sin lugar a duda alguna el verla acompañado-.
Cada noche, cuando los demás ya dormían en casa, Paulette y yo subíamos al primer piso; cogíamos multitud de mantas; llenábamos la mesa de brioches, cereales, cartones de leche, chocolate y otros dulces, y nos arrellanábamos en los sofás. El acto se llevaba a cabo casi con celo de ritual. Nos echábamos dos capítulos cada día, aunque a veces repetíamos alguno del día anterior. Nos sabíamos hasta la canción sin letra de los menús que tarareábamos hasta la saciedad (de camino al colegio, mientras desayunábamos, mientras hacíamos cola para entrar en el lavabo) y luego nos poníamos los capítulos y de nuevo cantábamos con Carole King. Cuando una frase o un diálogo nos parecía desternillante, nos la poníamos una y otra vez y cuando algún personaje hacía una mueca o una acción divertida, congelábamos la imagen. Supongo que esto que explico os habrá pasado alguna vez con alguna otra serie o película. Luego, llegó el verano, me fuí a recorrer mundo, visité ocho países europeos y dejé a las Gilmore más separadas que nunca, debido a una tontería tan impropia de Rory que me dejó a cuadros. Sin embargo, el viaje estuvo salpicado de tantos momentos referenciales a las Gilmore que Cris desmostró ser poseedora de una paciencia de santa:
(Primera parada, en Francia.)
Al: Cris, pues Lore y Rory compran una pequeña réplica de la Torre Eiffel para Emily en su viaje por Europa, pero lo mejor es que aunque barajan la posibilidad de regalarle un traje de torero a Luke, al final se olvidan de comprarle un souvenir y entonces Lore recurre a un tarro de mermelada que Sookie y Jackson tienen en casa y le dice a Luke que fue hecho por una monjita francesa llamada Sochelle que se dedica a hacer un solo tarro de mermelada al año...
Cris: ¡Qué gracioso...! Un momento, déjame que mire el plano...
Al: ...pero al final le confiesa la verdad... ¡Uy! ¡Creo que eso de ahí es Notre Dame!
Cris: Veamos que pone en la guía... Representativa del estilo gótico francés...
Al (interrumpiéndola): Según Lorelai, Sochelle fue abandonada por sus padres en las puertas de Notre Dame.
Cris: (hace mutis)
(Quinta parada, en Grecia.)
Al: y cuando ya están a punto de regresar desde Londres, entonces conocen a unos tipos y se van a Irl...
Cris (categóricamente): No vamos a ir a Irlanda.
Al: Bueno, pero podemos pasar unos días en Turquía.
Bueno, espero que estos ejemplos ilustren el fenómeno fan que se apoderó de mí durante esos días. Y es que recuerdo otras series que me marcaron y se adueñaron de mi corazón como
Party of Five, The Nanny, Dawson's Creek, Will&Grace o
Everwood, pero ninguna con la fuerza de
Gilmore Girls. Aunque mi profesora de
Formas narrativas opine que sentirse identificado con los personajes es un acto vanidoso, no puedo dejar de afirmar que me he sentido identificado con sus dos protagonistas y también, pero en menor medida, con algunos aspectos de los demás personajes. En definitiva, con la pluma del tándem Palladino que les insufló vida. Me reconocía en la incontinencia verborraica de Lorelai, su sentido referencial del humor, su imposibilidad para madrugar y algunos de sus peculiares gustos y costumbres, así como en la pasión literaria de Rory y su costumbre de apilar libros por todas partes, su afición por confeccionar listas y su facilidad para alistarse a cuantas actividades extraacadémicas le propongan. Pero también he disfrutado con Emily y su tenaz lucha por formar parte de la vida de su hija y de su nieta y moldearlas a su antojo (sin buenos resultados a pesar de que empeño le sobraba); con el gusto chic y elitista de Richard y Emily y sus cenas de los viernes muchas veces algo kafkianas; con el desfile de criadas en casa de éstos dos en el que las empleadas duraban menos que un café en la mano de Lore; con los cabreos de Luke ante el desquiciante Kirk y la no menos molesta
Lore (amén de las visitas a su cafetería de todos los otros
Hollowers); con la mirada severa de la Sra. Kim y su casa laberintística a causa de los muebles de segunda mano; con la pasión desenfrenada de Lane por la música y la agitada vida de ésta para esquivar el régimen dictatorial y totalitarista de su madre; con el carácter agrio, competitivo y casi siempre tosco de Paris; con los problemas tontos que acuciaban a Sookie y Jackson y sus peleas alimenticias; con los despropósitos de Kirk; las ideas descabelladas de Taylor; el comadreo de Miss Patty y Babette; los mohínes de Michel; el mal carácter de Gipsy; el espíritu libre de Ceaser o las rarezas de Paul Anka. ¡Uf! Permitidme que me detenga a tomar aire de nuevo.
En
Bon Voyage! no creo que falte nada. De hecho, los dos últimos capítulos dejan las cosas bien atadas. Es verdad, que la serie podría haber continuado (¿indefinidamente?), sin embargo no tengo la sensación aparentemente generalizada de que las cosas en la serie se solucionarán con prisas. De hecho, me alegra ver como en este último capítulo Rory retoma el espíritu
freak del
principio con sus alusiones a las riñoneras y las linternas, los paseos con su madre con una lista de las cosas que tiene que comprar antes de incorporarse al nuevo trabajo o conociendo a su ídolo periodístico en pijama (después de verla tan hiperperfecta, la imagen antañona de Rory con abrigos anchísimos y pijamas se agradece). Me recuerda a mejores momentos de la serie como cuando se equivoca con la fecha del inicio de las clases en su primer año en la universidad y tiene que condensar toda una semana de actividades (actividades a lo gilmore, que es como decir "a lo grande y que no falte de nada") en solo un par de días. Además, Luke retoma su papel gruñón, pero también protector hacia las dos chicas. El toldo de la carpa donde se celebra la fiesta no podría ser más gilmore, que es también como de decir "peculiar, fuera de lo normal, algo
freak". Hacía tiempo que no me emocionaba con una peli o con una serie y, sin embargo, tengo que reconocer que hubo dos momentos que hicieron aflorar las lágrimas a mis ojos: el primero, cuando Emily le dice a su nieta "¿Y eso es todo?" tras enterarse de que ha conseguido un trabajo como reportera cubriendo la campaña política de Barack Obama y que se tiene que marchar en un par de días sin saber cuando v
olverán a verse; y el segundo, cuando después del barrido de caras (faltaba la Sra. Kim) al llegar Lore y Rory a la fiesta sorpresa de "Repetición de su Graduación", Lore le dice a sus padres que las cenas de los viernes seguirán en pie aunque Rory ya no esté. Bueno, allí, uno que no lloraba desde E.T. se rindió y acudió un torrente de lágrimas y es que las Gilmore ya son como de la familia y mi familia es la única que me ha provocado una tristeza capaz de provocar lágrimas. Me gusta pensar que, aunque nosotros ya no lo veamos, cada viernes se suceden las cenas de los Gilmore, en las que Lore se intentará dar a la fuga en mitad de la cena o esconderá la comida en servilletas como una niña cuando ésta esté asquerosa o pedirá martinis para poder soportar las recriminaciones de su madre o llamará a Rory para explicarle que sus padres están a punto de hacer que se suicide. Me gusta pensar que la vida sigue para las Gilmore. No sé si los Palladino nos regalarán con esa película para la televisión, donde sus creadores le darán el final que siempre idearon para nuestras chicas y nos desvelarán cuales son las últimas cuatro palabras que pronunciará Lorelai.
Mis cuatro últimas está claro que son:
THANKS FOR ALL, LORELAI!
8 comentarios:
Genial post!! si es Sandra Oh y esa foto de Lorelai con el pañuelo y manchada de pintura para mí es una de las fotos mas bonitas de ella mecanta.
Yo no hay día que no las eche de menos (puede ser porque la canción que me despierta todas las mañanas es la de GG)
Siempre nos quedarán los dvds sniff sniff
Un post genial y perfecto tributo a la serie, aunque la segunda parte la he leído muy por encima para evitar destriparme algo. Que suerte que aún voy por el principio de la quinta temporada, tengo Gilmore para rato.
En cuanto a tu enamoramiento a primera vista, a mi me sucedió de manera similar con ALIAS, que me compré sin haber visto un solo episodio de la serie y me encantó (aunque ese idilio estuvo repleto de altibajos).
En cuanto a terminar una serie tan larga, aunque parezca una frikada enorme (y lo sea) se te queda un hueco para esos personajes que tanto te han hecho sentir (snif, snif, Buffy...)
Me has emocionado!!!!! Ya he dado la segunda vuelta a la serie y la he disfrutado igual o mas si eso es posible. así q todavia hay vida después del ültimo capitulo. Ánimo jejejeje.
Me ha encantado, Albert, ¡y eso que todavía no he visto a las Gilmore en acción!
Con este post me entran unas ganas terribles de empezar de una vez por todas con ellas, pero es que no tengo demasiado tiempo. De todas formas, sé que cuando me ponga a verla, no voy a parar, así que prefiero reservarla para el verano y poder verla del tirón.
Saludetes!
Albert, no me he leído este post todavía... espero que me perdones, pero voy a empezar la cuarta temporada y me apetece leerlo cuando este en la misma situación que tú, despidiendo y añorando a nuestras chicas Gilmore.
Seguramente, si no hubiera leído tanto sobre las GG en este blog, ahora no estaría tan enganchado (en el buen sentido de la palabra) a esta gran serie. Así que, GRACIAS!!!!
¿Te creerás que me he emocionado al leerlo, y yo todavía no la he terminado?? Si es que incluso cuando tengo 40 minutos, no tengo la paz mental que requieren las Gilmore... Pero bueno, así me duran más. No obstante, estoy deseando acabarla para volver a ver las primeras 3 o 4 temporadas, que para mí son mejores que lo que tengo visto del resto (a puntito de acabar la 6ª). Y eso que, como es tan buena, nunca llegan a bajar el listón tanto como para que me moleste; todo lo más pienso que me gustaba más cuando vivían juntas, o cosas así.
Que eso, que estoy medio sin dormir y estoy desbarrando, pero que sepas que comprendo tu melancolía mejor que la inmensa mayoría de la gente... y que se impone reposición :D
Por lo que veo, para tí las gilmore significan lo mismo que para mí. Yo las descubrí por casualidad y me enamoré de ellas y de todo lo relacionado con ellas. Eran tan perfectas, divertidas y unicas...
Creo que nada me ha marcado tanto como las Gilmore...
Saludos!
Ahh! Seguro que lo sabrás pero ShermanPalladino ha hecho otra serie que se llama The Return of Jezebell James o algo asi y está muy bien, no son las gilmore pero...yo ya me he enamorado de ellas.
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