Las historias entre fogones me gustan tanto como comer bien. Scott Hicks copia la receta alemana de un "delicioso plato llamado Marta", pero sabe escoger bien los ingredientes que dejarán su impronta, su sabor identitario: un exquisito y cremoso primer plato servido por una sensualísima y siempre solvente Catherine Zeta-Jones; un segundo bien escogido y, con lo que es más importante, el ingrediente del día, Abigail Breslin, esa nueva niña prodigio, adorable y conmovedora a partes iguales; y, para acabar, Aaron Eckhart, un extravagante postre tan ligero y suave a la garganta como de efecto intenso para esa chef de Manhattan que vive entregada a sus ollas y sártenes. La sofisticación de la nouveau cuisine exige una elegante presentación que Hicks no descuida y como buen chef sabe delegar en su equipo: una estupendísima banda sonora con temas del minimalista Philip Glass, Michael Bublé o Luciano Pavarotti riega como un buen vino ese fabuloso fondo de Manhattan captado en la fotografía de Stuart Dryburgh.
Nota: me he enamorado ciegamente del piso de Kate en Manhattan. De su chimenea de mármol, su enorme cocina equipada de esa amplia nevera de acero inoxidable y frigorífico con doble puerta -como aquellas otras neveras de imaginería moderna que vimos en Harrods el año pasado-, de sus habitaciones amplias con camas altas y ¡colchones de pluma!
psd: Adelanto este comentario al largamente aplazado de Hairspray, movie vista hace dos semanas atrás.
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